Roadtrip por Florida. Golfo de México, Daytona y la NASA.

Tiempo de procrastinación | 11 minutos

Key West es una ciudad encantadora y todas las vistas de la zona de Los Cayos son espectaculares.

Sin duda es una zona donde uno podría pasarse una semana «de relax» y no me extraña que sea tan visitada.

Pero nosotros teníamos un calendario fijado que, aunque cambiamos un par de cosas, los días eran los que eran. Así que era el momento de hacer el camino de vuelta hacia «el continente» y poner el rumbo hacia la Florida del Golfo de México.

Como comente en el artículo anterior, el día lo quisimos aprovechar yendo a alguna playa de la zona de los Cayos y cuando cayera la noche, dormir ya en la parte sur de la Florida continental. El hotel lo habíamos reservado en Homestead, prácticamente en la entrada de la US1 hacia Los Cayos.

Nuestra compañera de viaje en una de las paradas para sacar fotos.
Nuestra compañera de viaje en una de las paradas para sacar fotos.

Cuando conoces a gente que vive en la zona que visitas, siempre te pueden recomendar curiosidades. A nosotros nos hablaron de estos 2 sitios tan pintorescos que sin duda valen la pena visitar.

Robert is here

La historia de Robert is here empieza con el padre del famoso Robert.

Según nos contaron, este señor vendía fruta y vegetales en una tienda y el pequeño Robert siempre estaba por allí tocando un poco la mandolina.

Así que, en el afán de que el niño no molestara mucho, el padre le dio una caja con fruta y le dijo que se sentara en una esquina de la tienda a venderla.

Un día, alguien entró en la tienda y preguntó por el niño, a lo que el pequeño Robert dijo la frase que se convirtió en su marca comercial: «Robert is here».

La tienda es una mezcla entre una frutería y un bar.

Tienen un mostrador donde te venden una gran variedad de zumos y «smoothies» de distintos tipos mezclados de las maneras más extrañas y con frutas sumamente exóticas. Os aseguro que había alguna que no tenía ni idea que existiera.

Además, tiene un patio donde puedes sentarte a tomar el zumo o la fruta que compres -también venden algún snack- donde tienen animales y demás.

Nosotros pedimos un par de zumos de cosas extrañas. Sinceramente no recuerdo de qué eran, pero lo que sí recuerdo es que uno nos gustó mucho y el otro no tanto. 😀

Nos sentamos un rato mientras lo tomábamos y dimos una vuelta por el patio.

El calor empezaba a apretar así que decidimos ir a «disfrutar» del aire acondicionado del coche y nos fuimos a realizar la segunda visita que teníamos pensada antes de ir hacia Sarasota.

Debió de ser por el calor o algo, pero no llegamos a sacar ni una mísera foto de los zumos o el sitio. 🙁

Coral Castle

Florida está asentada sobre una base de piedra caliza formada por coral. Una piedra que es durísima, según nos contaba el guía.

Coral Castle es una especie de castillo construido entre 1923 y 1951 por un inmigrante letonio llamado Edward Leedskalnin. El castillo -que más bien es una especie de fortificación con distintos tipos de elementos en su interior- lo construyó él solo y según cuenta la leyenda, con sus propias manos.

Esta estructura está envuelta en un gran halo de misterio porque nadie ha sabido explicar al 100% cómo un solo hombre pudo realizar tal obra sin ayuda de nadie y con varios elementos dentro del castillo que a la hora de construirlos y desplazarlos, el trabajo debió de ser muy arduo.

Para muestra, un botón. Las cosas que se ven en el interior de Coral Castle.

Leedskalnin no daba explicaciones de lo que hacía -y las que daba lo hacía de una manera muy críptica-. Además, trabajaba por las noches por lo que nadie veía qué hacía en el interior.

Sorprenden varios elementos como por ejemplo una puerta hecha de piedra que pesa alrededor de 9 toneladas y que se puede mover con gran facilidad -la puedes empujar con un par de dedos-, así como distintos elementos como un telescopio y sillas hechas en ese material.

La visita guiada te permite conocer muchos entresijos de la construcción, aunque hay que reconocer que se dejan llevar un poco por la imaginación. Un poco a juego con la historia del Castillo y de Leedskalnin al que le llegaron a atribuir «poderes sobrenaturales».

Todo envuelto en la atmósfera que el propio Edward creó al comentar repetidamente durante su vida que conocía «los secretos» de construcción de las pirámides de Egipto, así como que sabía cómo hacer que «las piedras no se sintieran pesadas».

También hay que reconocer que el sitio es alucinante. Ves cosas que son difíciles de creer que alguien haya sido capaz de hacer por él mismo.

Alguna de las herramientas utilizadas en Coral Castle.
Alguna de las herramientas utilizadas en Coral Castle.

Nosotros además teníamos que sumar el «calorazo». Hay muy poca sombra y al estar rodeado de piedra, creo que la sensación se acumula. Recomendación para visitar el sitio: Poca ropa y una gorra. 😀

Después de asarnos como pollos en Coral Castle y tomar algo, nos montamos en el coche y ponemos dirección Fort Myers. Es hora de conocer el oeste de Florida.

Rumbo a Fort Myers

La carretera más al sur que cruza Florida de este a oeste -o de oeste a este, claro- es la US41. Un poco más al norte tienes una autopista de pago -la Interestatal 75 o I-75– que te permite ir más rápido.

Pero nosotros no tenemos prisa y nos gusta esto de ir viendo el paisaje, así que usamos la carretera 41 atravesando toda la vegetación y los manglares de esta zona de Florida. Hay que tener en cuenta que esta carretera atraviesa la Big Cypress National Preserve.

La carretera en sí no ofrece gran cosa -de hecho, no llegamos a parar en ningún momento-, pero sí puedes ver algún letrero cuando menos curioso. Como por ejemplo, que se tenga cuidado con… ¡los pumas!

Pues… Cuidado con los pumas. Como con los venados de camino a los Cayos… ¡O los caimanes en la NASA!

Despúes de unas 3 horas, llegamos a Fort Myers donde decidimos visitar la zona de la playa y quedarnos un rato mientras no anocheciera.

En ella descubrimos zonas demarcadas donde se leía que ese trozo de playa era privado. Había casas que tenían su trozo de playa reservada para ellas y demarcada por simples letreros.

Alucinante.

Playa privada en Fort Myers. ¡Un letrero y listo!

Mientras paseábamos, el cielo empezó a ponerse gris y a levantarse un viento bastante desagradable. Empezaba a formarse una tormenta de verano.

Y vaya tormenta. ¡Qué manera de jarrear agua, con truenos y relámpagos!

Era ya última hora de la tarde y era imposible bajarse del coche de la manera que caía así que lo de conocer algo más de Fort Myers se nos quedó en una vuelta en el coche para ver las pedazo de mansiones que había por la zona.

Buscamos un sitio donde comer algo -unas hamburguesas tirando a malillas a pesar de lo que decía TripAdvisor- y nos fuimos al hotel.

Siguiente parada: Sarasota

La siguiente parada era Sarasota que sólo está a una hora y cuarto de Fort Myers.

En Sarasota quería conocer un museo de coches -cómo no 😀 – y dar una vuelta por la ciudad. En realidad, por lo que llegamos a saber, es una ciudad de «sol y playa» así que, como de eso íbamos servidos, sólo dormiríamos en el hotel.

Y digo que íbamos servidos porque al hacer el check-out en Fort Myers, nuestro destino no fue Sarasota, fueron las playas de Sanibel Island. 🙂

Ese día lo aprovechamos prácticamente todo para ir a Sanibel y luego recorrer la costa a medida que nos dirigíamos a Sarasota.

Al atardecer, disfrutamos de un «candilazo» absolutamente espectacular en Venice Beach, ya cerca de Sarasota.

Los colores. Me quedaron grabados en la retina a fuego en Venice Beach.
Los colores. Me quedaron grabados en la retina a fuego en Venice Beach.

El hotel que reservamos, es uno de esos sitios tan peculiares que se te quedan en la mente.

Este hotel, esta ubicado en un antiguo edificio con reminiscencias Art Decó que nos dejó una gratísima impresión. Los dueños -o empleados, la verdad es que no lo sé-, tan encantadores como el edificio.

Este hotel, es el Hotel Ranola.

Sarasota Classic Car Museum

Como ya sabéis -o suponéis-, mi afición por los coches es algo que, aunque no considero enfermizo, no le faltará mucho.

Al leer sobre este museo y sabiendo que nuestra ruta podía ir perfectamente por la zona y añadir esta parada, no dudé ni un segundo en que teníamos que hacerla.

Al llegar, en el exterior de este edificio teníamos aparcado un Chevrolet Corvette de 1960, así que ya la cosa prometía.

¿Es o no es bonito el Corvette de los 60?
¿Es o no es bonito el Corvette de los 60?

Tras pagar la entrada, en el interior tenían de todo un poco. No es tan grande como el Dezer Collection de Miami, pero no por ello dejaba de ser curioso lo que tenían en él.

Aunque sin duda lo que más me impresionó fue el concesionario de venta de clásicos que tenían en el mismo edificio. La colección de modelos a la venta allí expuestos quitaban el hipo y era de esos momentos en que sueñas con la lotería para llevártelo todo a casa.

Como nota curiosa, cuando fui a «echarle un ojo» al Corvette aparcado en la entrada, también había un Ford GT40.

Mientras estaba admirándolos, se me acercó el típico jubilado americano con bigote y me dice «Para llevarlos a casa, ¿verdad?». Con esa simple frase, ya nos hicimos amigos. 🙂

No era de Sarasota, estaba de vacaciones con su mujer a la que había dejado «de compras» para poder ir a visitar el museo. Era un fanático de los coches como yo y siempre que podía, visitaba cualquier museo de coches que se le cruzaba por el camino.

Como a mi. 😀

Después de visitar el museo, mi conversación con mi nuevo amigo y la visita al concesionario además de sacar un montón de fotos de los coches, era el momento de hacer el recorrido oeste – este en Florida.

Por hacer resumen de lo que tenían a la venta. Había unidades más modernas, pero estas lo dicen todo.

Próximo destino: Daytona.

Del oeste al este. Daytona

El camino de Sarasota a Daytona lo hicimos a través de la I-75 hasta Tampa y luego tomando la I-4 que va hasta Orlando -cruzándola literalmente por el medio- y que termina directamente en la I-95 a la altura de Daytona.

El camino se hizo algo pesado porque nos pilló un par de tormentas de verano impresionantes además de mucho tráfico. Sólo para cruzar Orlando nos llevó más de 1 hora ¡y sin salir de la autopista!

Al llegar a Daytona, hicimos el check-in en el hotel -que estaba literalmente cruzando la acera del Circuito de Daytona– y fuimos a conocer la playa y las zonas de los alrededores.

La pena era que habíamos tardado mucho más de lo que esperábamos, así que se nos hizo de noche ya casi saliendo del hotel. Pudimos conocer más bien poco de Daytona.

Después de pasear un poco, cenamos y nos fuimos al hotel. Al día siguiente nos tocaba la visita al circuito por la mañana y por la tarde teníamos entradas para algo más. 😀

Daytona International Speedway

Lo único que se me ocurre es: ¡Me encanta!

Obviamente, lo de volver hacía el lado atlántico durmiendo en Daytona era cosa mía. Y es que si íbamos a este lado para visitar la NASA, podíamos ir un «poquito más al norte» y conocer el circuito mítico de Daytona. 🙂

¿Y qué puedo decir? Pues que me lo pasé como un enano. Estar en un sitio así me transmitía un montón de sensaciones.

Es historia pura del automovilismo.

Aparte de la visita guiada por las instalaciones, te llevaban en una especie de trencito por la parte interior de las pistas.

Mientras estábamos allí, había varios coches dando vueltas alrededor de la pista. ¡Es impresionante el ruido que hacen!

Al acabar la vuelta por el circuito en el tren, donde te iban contando anécdotas del Circuito, terminaba la visita en el museo. ¡Vaya sitio más espectacular!

Coches de todos los años, modelos y tipos que pisaron el Circuito de Daytona. Y también motos, lanchas ¡e incluso algún avión!

El museo -o más bien, Salón de la Fama- de Daytona… ¿Alguien recuerdo la peli de Cars? Pues eso. 🙂

Me tuvieron casi que arrastrar para sacarme de allí. El tiempo se nos echaba encima y teníamos otra visita pendiente. ¡Y esta tampoco me la quería perder por nada del mundo!

Visitando la NASA

A una hora de Daytona, teníamos el Kennedy Space Center o lo que viene siendo ¡la NASA!

Entrada en el Kennedy Space Center Visitor. O lo que es la entrada a la NASA.

Yo ya lo conocía por el viaje que había hecho a Florida en 2009, pero eso no quiere decir que no quisiera verlo otra vez. Yo creo que iría una vez al año. 😀

El centro de visitantes es enorme y tiene un montón de cosas que conocer. La visita en el autobús para ver el complejo es digna de hacer -ahí comprobé cómo había crecido el complejo con la instalación de los hangares y plataformas de despegue de SpaceX, la compañía de Elon Musk-, además de que te hace tener una idea de todo lo que se mueve en la NASA.

La duda era si andaba Elon Musk por ahí. 😀

De mi anterior visita, si algo me quedó grabado fue la simulación del despegue del Apollo XI. Me encantó lo mucho que son capaces de meter al espectador en la simulación de la sala en el momento del despegue.

¡Incluso hasta vibran las ventanas cuando despega el cohete! 😀

Después de recorrer prácticamente todo y de meternos en un montón de las atracciones sin apenas notarlo, dijeron en los altavoces que estaban cerrando.

Nos quedaba una hora hasta Orlando, que era donde teníamos nuestro siguiente hotel.

Un gran día. 🙂

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