Al despertar empiezo a notarlo ya.
«Esto se acabó», pienso con tristeza.
Y es que a pesar de haber tenido la gran suerte de haber visitado otros lugares espectaculares, Islandia no sé por qué, me ha enganchado.
El vuelo salía a las 22.40 rumbo a Madrid, así que nos quedaba prácticamente el día entero para dar una vuelta por la península de Reykjanes.
Aunque no es una zona muy conocida -salvo por las piscinas termales más famosas, la Blue Lagoon-, tiene alguna «atracción» interesante de ver.
Tras recoger las cosas, las metemos en el coche y nos vamos. Último día para disfrutar conduciendo por estas carreteras.
Un poquito de Reykjavik antes: El museo de Perlan
Antes de poner rumbo a la península de Reykjanes, decidimos despedirnos de la encantadora ciudad de Reykjavik visitando el observatorio que está en la parte alta de la ciudad: Perlan Museum.
El edificio es más observatorio que museo y en él hay varias actividades que se pueden realizar: Desde visitar una «cueva de hielo» hasta disfrutar de un show de auroras boreales en el planetario.

Nosotros, ya que por desgracia en todo el viaje no pudimos ver ninguna, optamos por este show. Y la verdad es que no sé si fue peor porque me han quedado unas ganas terribles de verlas en vivo. 🙁
En la zona superior del edificio, se puede acceder a unas terrazas por las que se puede ver toda Reykjavik y los alrededores. Las vistas la verdad es que no son gran cosa, pero vale la peña echarle un ojo si estás allí.
Área geotermal de Krýsuvík
Como no teníamos todo anotado para esta península porque pensábamos usar este día para Reykjavik -que consideramos que no nos hacía falta-, fuimos de paseo.
Tomamos la Carretera 42 para disfrutar las vistas. En esta carretera se sitúa este área geotermal que aunque no es como Hrevir ni por extensión ni por espectacularidad, sí que es otra zona curiosa por ver.

Hay un pequeño recorrido circular, pero que en el momento de llegar nosotros estaba cerrado. Así que llegamos hasta donde nos dejaban y dimos media vuelta.
Miðlína
Miðlína es un puente creado entre las 2 placas tectónicas que se unen en Islandia: La norteamericana y la euroasiática.
Estas placas están, poco a poco, separándose. La norteamericana yéndose hacia el oeste y la euroasiática hacia el este.
El puente fue realizado como un «vínculo de unión entre continentes». Es una pena que solo represente eso porque unidos, unidos, no andamos mucho últimamente. 🙁

El área ofrece algún camino entre el campo de lava que lo rodea y puedes darte un paseo por ahí. También se puede bajar hasta la zona bajo el puente. La arena negra es sumamente fina, así que cuesta un poquito caminar.
A nosotros se nos unió otro día de «m» con un viento alocado y con alguna racha de lluvia. Islandia nos quiere despedir en su mejor versión: La lluviosa.
Brimketill
Estábamos ya a media tarde y el viento arreciaba aún más y lo acompañaba fuertísimas trombas de agua.
Dudábamos si darnos por vencido y dirigirnos al aeropuerto o seguir cotilleando la península de Reykjanes, así que optamos por una solución intermedia: «Vamos de camino al aeropuerto y si encontramos algo que ver, paramos».
Vimos un desvío y tras investigar qué había nos encontramos con Brimketill.

Brimketill son unas piscinas naturales creadas en el lecho de lava junto al mar. Y aunque sean piscinas naturales, la verdad es que no sé quién puede ser el valiente que se mete en ellas. ¡Cómo pegaba el mar!
El sitio la verdad es que es alucinante. Y ver cómo el mar golpeaba de tal fuerza -llenando las piscinas- vale la pena verlo. 😀
Área geotermal de Gunnuhver
Siguiendo la Carretera 425 nos encontramos de repente con unas instalaciones enormes que, tras investigar, descubrimos que es el projecto «Iceland Deep Drilling».
Es un proyecto del gobierno islandés y varias empresas para comprobar si vale la pena a la hora de producir energía, usar el vapor como fuente de energía haciendo perforaciones a gran profundidad. Del orden de unos ¡4.000 metros!
Junto a las instalaciones, se encuentra la pequeña zona geotermal de Gunnuhver donde hay un par de fumarolas, una de ellas muy potente.

de «Iceland Deep Drilling»
En la zona había una inscripción comentando que, aprovechando el calor del suelo, durante muchos años vivió una familia allí.
No pudimos disfrutar mucho de la zona porque al poco de bajarnos del coche, con el viento como pegaba y de la manera que empezó a llover, echamos a correr de vuelta al coche. 🙁
Valahnúkamöl
Cuando pensábamos que no nos quedaba mucho por ver por la península, vimos que cerca del área geotermal hay unos acantilados dignos de ver. ¡Y no nos dábamos cuenta de ellos!

Lo que más llama la atención de Valahnúkamöl son las 4 rocas esculpidas por el mar que están separadas de tierra firme.
El sitio, como no, es espectacular. Y sólo teníamos que ver la cantidad de fotógrafos con trípodes haciendo fotos.
Eso sí, no sé cómo de movidas saldrían esas fotos porque con el viento…
Se acabó. Hora de ir al aeropuerto.
Después de disfrutar enormemente de este viaje, la idea de irnos de Islandia me entristeció.
Tras ir a un súper a comprar algo de comer antes de ir al aeropuerto, «disfrutamos» de unos bocadillos sentados dentro del coche y al borde del mar en la ciudad de Keflavik, ya cerquita del aeropuerto.
Da igual la incomodidad de no poder bajarnos a comer sentados en la playa por el viento, Islandia nos despidió con sol y un atardecer.
Este país es uno de esos sitios que «se quedan dentro».
Lo salvaje, lo «marciano», los colores, el agua y la inmensidad de sus valles, fiordos, montañas, glaciares, volcanes e incluso el clima dejan una huella indeleble.
Hay varios sitios a los que he ido que sí me gustaría volver. Pero a Islandia indudablemente volveré.