Penúltimo día en Islandia y era el que íbamos a dedicar a conocer Reykjavik.
Todo lo que habíamos leído sobre esta ciudad es que al ser pequeña, con un día o día y medio llegaba de sobra para conocerla. O al menos, lo más «típico».
El vuelo salía al día siguiente pero a última hora de la noche, así que teníamos casi 2 días para Reykjavik.
Aparcando en Reykjavik
La ciudad está dividida por secciones que se diferencian por los colores. Los 4 colores son rojo, azul, verde y naranja. En ese orden van de la zona más cara a la más barata.
Para no extenderme en este apartado y ya habiendo más sitios donde tienen una información más clara sobre esto, os pongo el enlace a guidetoiceland.
Nosotros optamos por una zona que queda a medio camino entre el centro y una de las obras arquitectónicas más reconocibles de Reykjavik: El centro de convenciones y sala de conciertos Harpa.
Estamos a 5 minutos literalmente del Harpa -lo veíamos desde el coche- y a unos 10 de la zona centro de Reikjavik, así que es una zona perfecta. Es zona azul así que, aunque no es la más barata, el precio no variaba en exceso.
Eso sí, tuvimos algo de suerte porque en la zona que aparcamos que es frente al Centerhotel Arnahvoll, es difícil encontrar sitio.
Harpa
Al aparcar donde lo hicimos, la primera visita fue al Harpa.
Si no lo sabéis, soy un aficionado a la arquitectura y ver edificios de este estilo me entusiasman.
El Harpa no fue una obra de un sólo arquitecto, sino del estudio de arquitectura Henning Larsen que realizó el diseño interior y parte exterior, la empresa Artec Consultants que trabaja en proyectos «acústicos» y diseñó la sala de conciertos y por último, la parte más característica del edificio: La fachada, realizada por el artista danés Olafur Eliasson.
Se hace raro que fuera un danés quien diseñara el Harpa cuando hay muchos artistas islandeses, pero bueno…
El edificio había empezado a construirse cuando nos cayó encima la crisis en el 2008. Una crisis que a Islandia le afectó especialmente. El edificio se paralizó y en 2011 se siguió construyendo.
La fachada con formas triangulares y que tienen cristales esparcidos con un tono distinto al resto, durante la noche va haciendo juegos de colores dependiendo de los eventos, o si es un día a destacar por alguna razón -día del clima o cosas así, proyectan animales-.
Más o menos parecido a lo que hacen con el Empire State Building cuando cambian los colores del edificio como homenaje a cualquier cosa.
Tanto el interior como el exterior es una gozada.
Al entrar, nos encontramos una zona cerrada donde estaban haciéndole fotos a una modelo japonesa. Así que ya veis lo fotogénico del sitio. 🙂
Después de mirar si podíamos asistir a alguna obra o musical que hubiera -desgraciadamente no nos cuadraba nada bien-, ir por las tiendas que hay en la planta baja y sacar un montón de fotos, ponemos rumbo a la iglesia más famosa de la ciudad.
Hallgrímskirkja
Si hay un sitio muy característico y reconocible de Reykjavik, ese sin duda es la iglesia de Hallgrímskirkja.
74,5 metros de alto y con la forma como de columnas basálticas tan vistas en toda la geografía islandesa nos dan la bienvenida. A mi me recordaba muchísimo a Svartifoss.
El arquitecto, llamado Guðjón Samúelsson fue el primer islandés en recibir estudios de arquitectura y por supuesto, uno de los más influyentes arquitectos del país. Como comenté en el artículo donde visitamos Akureyri, es el mismo arquitecto de la iglesia de esa ciudad y se nota en el diseño.
En el hall de entrada hay una exposición de cuadros y esculturas modernistas que son cuando menos, extraños. No se me ocurre otra palabra. Y tampoco se puede describir, hay que verlo en directo. Solo digo que había naranjas donde se apoyaban tablones de madera. Una cosa extrañísima.
El interior es, como todo templo luterano, muy limpio, diáfano y con poca decoración. Un precioso órgano ocupa la parte alta de la pared por donde se accede a la iglesia.
Curiosamente, en el momento que llegamos a la iglesia, estaba la misma «cohorte» de fotógrafos con la misma modelo japonesa sacando fotos en el altar de la iglesia. 😀
Como Hallgrímskirkja es el edificio más alto de la ciudad -de hecho, es el más alto del país-, pagamos la entrada -1000 coronas islandesas- para subir a la torre del reloj.
Desde lo alto, se puede apreciar por las 4 esquinas toda Reykjavik y un poco más. La ciudad es en su gran mayoría de casas bajas o edificios de pocas plantas. Durante el «boom» inmobiliario -que fue en gran parte culpable de la crisis del país en el 2008-, se construyeron varios edificios de más plantas. Pero son pocos.
Realizada la visita a Hallgrímskirkja, decidimos pasear un poco por la ciudad. Ya cuando veníamos de camino a la iglesia pasamos por una calle con el suelo pintado con los colores del arcoíris, así que decidimos ir sin rumbo por las calles de Reykjavik.
The Sun Voyager
Después de caminar por una media hora por la ciudad fuimos a ver otro de los puntos característicos de Reykjavik: El viajero del sol.
Una escultura realizada por el artista islandés -como no- Jón Gunnar Árnason y descrito como un «bote de los sueños, una oda al sol».
Hecha en aluminio, se realizó para conmemorar el 200 aniversario de Reykjavik.
Y aunque el día pintaba gris, es de ese tipo de cosas que quedan bien con cualquier tiempo que haya.
Conociendo Reykjavik
Nosotros somos mucho de caminar por las ciudades que visitamos. Tratamos de usar el menor transporte público posible. Creemos firmemente que como mejor se conocen los sitios es caminando sin un rumbo fijado -o al menos, sin ir rápido de un sitio a otro- por ellos.
Cuando terminamos de admirar El Viajero del Sol, decidimos ir a conocer los alrededores de Hljómskálagarður, un parque con lago que quedaba a unos 20 minutos caminando.
Para eso, miramos en «Google Maps» más o menos donde cuadraba y nos dirigimos para allí sin seguir excesivamente la ruta que nos indicó. Esto nos llevó a conocer las calles más tranquilas de la ciudad.
En las zonas comerciales hay muchísimo movimiento. La ciudad tiene vida y se ven bares con mucha gente dentro. Si hubiéramos tenido más tiempo, habríamos parado a tomar algo en alguna de ellos.
En esta caminata, nos dimos cuenta la calma que transmite Reykjavik en las zonas no comerciales. Y que tiene rincones entre casa y casa, que nos hacen disfrutar de la visita.
Caminar sin un rumbo fijado ya lo hicimos en otras ciudades que hemos visitado -desde Amsterdam hasta Nueva York– y es algo que siempre recomendaré.
La zona de Hljómskálagarður
Al llegar a este parque donde está el lago Tjörnin, empezaba a llover.
Pero eso no nos amilanó. Y es que después de tantos días, estábamos más que acostumbrados a mojarnos un poco de vez en cuando. Así, decidimos disfrutar de la vista que nos permitía el parque Hljómskálagarður.
Estábamos del lado de la «Iglesia Libre de Reykjavik» -en islandés: Fríkirkjan í Reykjavík-, una iglesia luterana cuya congregación no sigue las doctrinas de la Iglesia Luterana Nacional.
A nuestra derecha estaba literalmente encima del lago, el edificio del ayuntamiento -Ráðhús Reykjavíkur-. En él también hay exposiciones de arte, funciones teatrales y actuaciones de música.
Del otro lado del lago, se encuentran un conjunto de casas preciosas que le dan a la zona un aire idílico.
Tras pasear por la zona, decidimos ir a ver un par de iglesias que recomendaban en varias webs.
Dómkirkjan í Reykjavík y Dómkirkja
Dómkirkjan í Reykjavík es otra iglesia luterana con un estilo muy parecido a la Iglesia Libre. Exteriormente no tiene mucho más que ofrecer que la Iglesia Libre, aunque en el interior hay altares y esculturas únicas. O eso dicen porque para nuestra desgracia, estaba cerrada.
Frente a Dómkirkjan í Reykjavík, está Alþingishúsið, el edificio del parlamento islandés. Lo más llamativo de este edificio es que… casi pasa inadvertido.
Si no fuera por las cámaras en la fachada que nos llamaron la atención, ni hubiéramos sabido que era el Parlamento de Islandia.
Justo enfrente está un parque donde, en el momento que pasamos, había algo. No sabemos si una manifestación, un concierto, una protesta o una fiesta. Era una mezcla de todo, pero como para enterarnos qué decían… 😀
Finalmente, Dómkirkja Krists konungs -o la «Iglesia de Cristo Rey»– es la única iglesia católica que vimos. Es de estilo neogótico y la torre no es la típica que acaba en aguja, sino que tiene forma cúbica.
Esta, al igual que la anterior, estaba cerrada. Así que nos quedamos con las ganas de cotillear el interior. 🙁
Cuando llegamos a la Iglesia de Cristo Rey empezaba a anochecer, así que nos fuimos a cenar. Entre la caminata en Landmannalaugar y que llevábamos todo el día sin parar por Reykjavik, el cansancio empezaba a hacer mella.
Fuimos a comer a uno de los sitios recomendados por TripAdvisor y sinceramente, nos decepcionó bastante. Así que ni lo destaco por aquí.
Tras esto, fuimos de vuelta al coche. Mañana era el último día en Islandia. Qué tristeza. 🙁