Roadtrip por Islandia. De Siglufjörður a Mývatn.

Tiempo de procrastinación | 8 minutos

El día amanece en Siglufjörður gris, frío y con lluvia.

Parece el típico día invernal gallego. Incluso en temperatura. Rondaríamos los 6 grados -os recuerdo que el coche no tiene ni reloj de temperatura, así que lo digo a ojímetro-.

Como en el hotel -por cierto, muy chulo… y muy caro. Siglunes Guesthouse, se llama- no teníamos desayuno, buscamos la ubicación de un sitio que nos comentan: Frida Chocolate.

Al parecer es una señora que abre ciertas horas a la semana y prepara «el mejor chocolate caliente del mundo». Pero tenemos la mala suerte de coincidir en uno de los días que está cerrado. De hecho, sólo abre 4 días a la semana, 5 horas al día.

Metemos las maletas en el coche y literalmente 2 minutos después de arrancar, paramos en una cafetería llamada Aðalbakarí. Dulces, salados y café. Precio estándar islandés.

Un poco de Siglufjörður

Con el estómago lleno y el cuerpo calentito del café, vamos a caminar un poco por Siglufjörður. Es un pueblo pesquero pequeño que tiene alguna cosa para ver, pero en realidad tampoco nada del otro mundo.

Tiene un museo llamado «de la Era del Arenque» en el que se cuenta cómo era la vida en este pueblo pesquero en la época dorada, es decir cuando se pescaba muchísimo arenque en la zona -eran la zona principal de pesca de esta especie en Islandia-, hasta que desapareció de sus costas.

Uno de los edificios más fotografiados de Siglufjörður

Tras la desaparición de la pesca de arenque el pueblo entró en un declive importante del que aún ahora trata de recuperarse aprovechando el bum del turismo.

A pesar del día frío y la lluvia incesante, decidimos caminar. Como todos los pueblos que habíamos cruzado por ahora en el roadtrip, es muy fotogénico.

Casas de colores, entorno privilegiado -metido en una especie de bahía rodeada de montañas altas- y la tranquilidad que se respira en toda Islandia.

Vamos hacia la zona del museo -que estaba cerrado-, vemos la iglesia situada en un alto y paseamos por la zona del puerto. Nos damos cuenta que el agua empieza a arreciar, así que nos dirigimos hacia el coche antes de empaparnos más.

GPS a punto y nos ponemos en ruta.

Akureyri

El camino nos llevaba a conocer la segunda cuidad más poblada de Islandia: Akureyri.

Tenía ganas de ver esta ciudad porque leí mucho sobre las galerías de arte… Y la verdad, salvo eso, poca cosa más hay que ver.

Es otro punto desde el que se pueden hacer excursiones a caballo, ir a ver ballenas, etcétera, pero la ciudad en sí no ofrece mucho más. Tengamos en cuenta también que es la segunda más poblada de Islandia, pero al fin y al cabo son 18.000 personas.

Al llegar el día seguía gris y no parecía que fuera a despejar, aún así decidimos aparcar y caminar.

Llegamos a uno de los puntos de visita más interesantes de la ciudad. La iglesia Akureyrarkirkja.

Hallgrímskirkja. La iglesia de Akureyri.

El diseño de la iglesia es muy parecido a la famosa Hallgrímskirkja de Reykjavik, cosa normal teniendo en cuenta que es del mismo arquitecto. Un templo luterano donde destaca el órgano -cómo no- y un barco colgado del techo -cosa que queríamos ver, claro-. Pero ¡oh, sorpresa! Estaba cerrado. Así que, nuestro gozo en un pozo.

Decidimos pues caminar por la zona de tiendas de Akureyri. La teníamos a 100 metros de la iglesia y por ahí estaban las galerías de arte.

Después de recorrer la zona -no lleva mucho tiempo-, le echamos un ojo a la guía a ver si había algo más que ver. Y la realidad es que no. Un jardín botánico -que con el día y la época, como que no- y un centro cultural -Hof Cultural and Conference Center- con un diseño curioso. Y ya está.

Tras la decepción, decidimos buscar algo por los alrededores que no hubiéramos mirado antes de organizar el viaje y encontramos algo interesante.

Laufás Museum

A una media hora de Akureyri, encontramos el Laufás Museum.

Es una finca con una casa -casona más bien- y una iglesia cuya última remodelación es del siglo 19 y una historia interesantísima: En esta casa -bueno, en las sucesivas casas que se construyeron y derruyeron hasta la que queda, que la parte más vieja es de 1840- vivieron sacerdotes de manera ininterrumpida desde el año ¡1047! hasta 1935.

La casona son más bien varias casas interconectadas por pasillos donde cada una de ellas tiene su función: Dormitorio, cocina, sala, granero, etcétera.

Lo más curioso del sitio es que prácticamente está bajo tierra. Es la típica casa de las fotografías que tiene el musgo recubriendo el techo, pero como el terreno hace cuesta, la parte de atrás de la casa tiene 2 plantas… Por la que sales por la de arriba.

La «casona» de Laufás Museum con la iglesia de fondo.

El interior de la casa está decorado de la manera que quedó cuando se fueron los últimos habitantes. Y te cuentan en el interior de cada una de las habitaciones para qué servía y también sobre los objetos que hay en ella.

Es una buena forma de conocer cómo se vivía en Islandia hace casi un siglo y de conocer cómo era antes de eso.

Visto el museo y tomado otro café, toca ver algo de naturaleza. Siguiente parada:

La cascada de los dioses: Goðafoss

Llamada así porque el «jefazo» de Islandia -el «lagman» Þorgeir Þorkelsson- en el año 999 o 1000 -no se sabe exactamente- declaro la «cristianización» de la isla.

Al haberlo hecho, tuvo que enfrentarse a los que estaban a favor del paganismo nórdico, pero selló el destino cristiano de Islandia lanzando sus iconos paganos a la cascada.

Así que sí, lo de God viene de dioses. 🙂

Cuando aparcamos en el parking que están terminando de arreglar para hacer más fácil la visita, seguíamos con el día lluvioso. En la carretera no hizo más que funcionar el limpiaparabrisas.

Nos preparamos para el paseo -chaqueta y pantalón impermeables- y bajamos del coche.

Para visitar Goðafoss se puede ir desde 2 ubicaciones distintas. El parking del que hablo y otro situado del otro lado de la cascada, cerca de una gasolinera.

La cascada es preciosa. Ancha y con mucho caudal. Tiene 2 cascadas principales que se unen una cascada pequeña justo en el centro y alguna más en sus laterales. El agua gris azulada y el entorno le dan un aspecto imponente.

La preciosa cascada de Godafoss. Lo dicho, cada una tiene «algo».

Está claro que no es Gullfoss, pero tiene «algo» que atrae. De hecho, es algo que llegamos a sacar por conclusión al final del viaje y después de ver alguna cascada más: Todas las cascadas que vimos tienen «algo».

Cámara y móvil en mano para sacar fotos, paseo por la zona y de vuelta al coche. Con el día tan desapacible que está tampoco apetece mojarse más, por muy impermeable que sea la ropa.

Volvemos a llenar el medio tanque que faltaba -otros 60 lereles- y seguimos.

Pseudocráteres de Skútustaðir

Cuando habíamos estado buscando información del viaje, nos encontramos con esto de los «pseudocráteres».

En la zona de Skútustaðir, estos cráteres en realidad no soltaban lava, sino que se formaron por la explosión que produjeron las aguas termales de la zona. En otras palabras, el agua que circulaba por la zona rompía la tierra debido a que el flujo de lava que pasaba por debajo la calentaba.

En la zona donde está, también es un campo de lava. Que la actividad volcánica era «una maravilla» por aquí, vamos.

El campo de lava que hay en la zona es impresionante. Formas inverosímiles y muchos contrastes de colores para hacer que, aunque no seas fotógrafo, las fotos te salgan buenísimas -si hace un día de sol y no gris como nos tocó-.

Hay varias rutas de senderismo atravesando estos pseudocráteres así como bordeando el lago -que se llama Mývatn– y una pequeña zona boscosa -que está creciendo- con la que tratan de reimplantar árboles en el país.

Parte del campo de lava al lado del lago Mývatn.

Lo de los bosques islandeses es una historia para contar aparte. 🙂

Y aunque ya no llovía -tanto-, el cielo seguía gris. Como estábamos cerca ya del hotel -más bien camping: Vogar Travel Service– decidimos ir a hacer el check-in y comer algo en el propio sitio -tienen una pizzería-.

La ruta de hoy era corta a propósito. Necesitábamos alguna hora para dedicarle a la siguiente parada.

Mývatn Nature Baths

¿Os suena Blue Lagoon? Sí, los famosos baños termales que están cerca de Reykjavik.

Nuestra intención era ir, pero tras leer muchas historias por «Internete», las ganas fueron disminuyendo.

Precios caros, exceso de turistas… Y más sitios donde poder hacer lo mismo.

Por eso cuando estábamos organizando la ruta, buscamos otros baños naturales que hubieran en Islandia y al ver por dónde transcurría la carretera nos encontramos con estos: Mývatn Nature Baths.

Mucho más baratos que Blue Lagoon, con mucha menos afluencia y literalmente a 10 minutos de nuestro camping. ¡Todo ventajas!

Tras pagar en el camping -que hacían un 10% de descuento si comprabas las entradas allí-, nos dirigimos a los baños. De aquí no tenemos fotos al ser de noche, pero entrando en la web, podéis verlos. 🙂

Después de una ducha -te obligan a ducharte con agua y jabón ANTES de meterte- y con el bañador puesto, salimos corriendo desde la puerta hasta el agua.

El contraste es BRUTAL. De 3 grados -eran ya las 8 de la noche- hasta los 35 de la piscina -en algunas zonas estaba a 41-.

El agua es muy alcalina. El fondo resbala un huevo un montón y no huele muy allá que digamos -ese olor a huevo cocido me acompañará siempre-. Pero se estaba de un «a gustito» que no veas.

Y a pesar de que no estaba muy concurrida, la gran mayoría de los asistentes eran extranjeros. Principalmente españoles -qué cosas-, rusos, franceses y algún americano -ese acento inglés es inconfundible-.

Estuvimos 3 horas allí dentro. Así que ya podéis deducir que nos gustó. 🙂

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