En la lista de países que siempre quise visitar, entre el top 5 siempre estuvo Suiza. Las campiñas verdes, las montañas nevadas, el chocolate, la fondue… Hay un montón de cosas que siempre tuve en mi retina de este país.
Así que cuando se presentó la oportunidad de visitarlo, no lo pensamos 2 veces. Aunque hubo un primer intento buscando ir en diciembre -¿añadimos mercadillos navideños a la lista de cosas que ver en Suiza?-, al final no pudimos concretar los días para ir.
Después de estudiar a dónde íbamos a ir en 2018 -muchos sitios, poco tiempo- la idea de Suiza volvió a surgir y con fuerza. La primavera tenía que ser espectacular en este país así que después de buscar vuelos, ver qué podíamos visitar esos días y mirar precios de todo el 28 de abril aterrizábamos en Ginebra para pasar 10 días en el país.
Reservamos hotel en Ginebra para 2 noches y luego alquilamos un coche para hacer el roadtrip de turno por Suiza adelante.
Qué ver en Ginebra
Caminar es la mejora manera de conocer una ciudad. Y como no podía ser menos, Ginebra la recorrimos siempre a pie. No es una ciudad grande, por lo que tampoco es un gran problema si prefieres caminar antes de usar autobuses… o tranvías.
También hay que decirlo todo, el servicio de transporte público es MUY bueno. Puedes desplazarte por toda la ciudad -bueno, en realidad por todo el país- por transporte público sin problema alguno. Lo único que debes de tener claro es que en Suiza TODO es caro para casi cualquier extranjero.
Volviendo a Ginebra, nosotros nos decidimos por pasear el primer día que llegamos -que fue por la mañana-. Caminar un poco al lado del lago y empezar a notar el ambiente de la ciudad. Vimos el famoso Jet d’Eau -o fuente de Ginebra-, el reloj floral y nos decidimos a entrar en la Catedral de St. Peter, una preciosa obra del siglo XII y que a través de sus ventanas pudimos observar la ciudad desde arriba.
Al salir de allí, pasamos por delante del Swatch Museum. Siempre nos gustaron estos relojes y entramos a cotillear. Una exposición muy curiosa y amena de ver.
Este fue el día que quedé con un amigo que vive en Ginebra, así que la tarde-noche la pasamos con él y su mujer. Un buen reencuentro que hasta se hizo corto.
Gallegos en la luna… No pueden faltar en Suiza, claro.
Durante mi etapa universitaria conocí a mucha gente buena en Ourense. Y uno de ellos, al acabar la universidad se fue a trabajar a Ginebra… Y se terminó quedando -historias de emigrantes, como tantas otras-.
Tenía ilusión de contactar con él y quedar a tomar algo porque hacía ya como muchos años que no lo veía y la verdad es que fue un encuentro muy agradable… Y esclarecedor de cómo es la vida en la ciudad de Ginebra -Geneve-.
Junto con su mujer -una chica turca que aprendió a hablar español en… ¡6 meses!- nos contaron cómo se vive en Suiza en general -trabajo, sueldos, ambiente, educación, etc.-.
Él lleva viviendo en Ginebra desde hace más de 15 años y me soltó una frase que me hizo mucha gracia: Cuando alguien dice «conocí a un ginebrés de los de verdad, de los que la familia es de Ginebra, el 90% de las veces no se le cree. Es casi imposible conocer a alguien que sea de Ginebra de verdad».
Fuente: Gobierno de Ginebra
En otras palabras, pocas ciudades hay que sean más multiculturales que esta.
Si algo tiene Ginebra es la cantidad de gente que no es de Ginebra. Y es que más del 40% de la población de Ginebra es extranjera, pero además del otro 60%, la gran mayoría son descendientes de extranjeros que emigraron hace años a ese cantón suizo.
Por ello, a pesar de que la lengua más común es el francés, uno puede pasearse por Ginebra hablando inglés y español casi sin ningún problema.
Día 2 en Ginebra
Amaneció nublado. Con ese color blanco-gris que es horroroso para sacar fotos. Pero bueno, que contra eso no se puede luchar.
Dirigimos nuestros pasos a las Naciones Unidas, otro punto de visita que no puede faltar en Ginebra.
Tras sacar alguna foto a la entrada del edificio con su montón de banderas y al monumento Broken Chair, empezamos a bajar por la Avenida de la Paz hasta el parque situado más abajo. El día empieza a abrir, así que nos metemos en el parque a disfrutar un poco de la naturaleza.
Es primavera y se nota. Un colorido tremendo y varios sitios dentro del parque que ver, como el Jardín Zen o el Conservatorio. ¡A hacer fotos a flores! 😀
Después de pasear por el parque, terminamos apareciendo otra vez al borde del lago Lemán. Era hora de ir al Museo de Historia Natural y hacia allí dirigimos nuestros pasos. Es una gozada caminar por Ginebra por la arquitectura de la ciudad.
La visita no es muy larga porque el museo no es grande. Sin embargo, a pesar de eso, creo que es una visita recomendable. A nosotros nos gustó.
Caminando Ginebra
Una vez tomado un refrigerio, decidimos ir a la confluencia de los ríos Ródano y Arve. Una visita que mi colega nos recomendó.
Estos 2 ríos son de colores completamente distintos y al confluir, se desdibujan ambos colores en el agua. Así que ni cortos ni perezosos, fuimos. El recorrido hasta allí además, te lleva a través de un pequeño paseo donde la gente se dedica a pasar la tarde, cocinando a la parrilla, tiradas cual lagartos en el borde del río… ¡Y hasta encontramos un bar hippie de camino!
Llegamos al lugar y lo vemos. Es verdad que llama mucho la atención. Pero desde el punto que estábamos -justo la punta donde confluyen los ríos, decidimos caminar hasta el puente que se veía más adelante y que es de donde salen la mayoría de fotos de esta confluencia.
Se hacía ya de noche y fuimos a cenar algo. Y antes de ir al hotel, queríamos sacar una foto del Jet d’Eau de noche con el paseo de fondo. Hacía un viento terrible y algo de frío, pero teníamos que sacar «LA foto».
Cuando estábamos colocando la cámara, empezó a llover. Pero a llover de verdad. Y nosotros sin paraguas. ¡Vaya mojadura! Echamos a correr hacia un chiringuito que estaba cerrado, pero que la terraza tenía techo y se podía estar debajo.
Ya a resguardo -de aquella manera-, decidimos sacar las fotos ahí pero el viento empujaba el agua y nos caía en el objetivo -además de mover la cámara, haciendo que la foto se viera borrosa-. Así que, después de intentarlo durante un rato, nos fuimos al hotel sin una foto decente y mojados.
Después de caminar unos 25 kilómetros ese día, vaya fin de jornada.