Nuevo día en Miami Beach… Día espléndido y de mucho calor -por supuesto-. Tanto, que tuve que ir a comprar ropa algo más fresca de la que había llevado para soportar los días de agosto que se sufren en Florida. Así que esa mañana fue mañana de paseo por la zona de South Beach.
South Beach
Nos acercamos a la famosa Española Way que no es más que una calle peatonal con restaurante y tiendas de ropa. Está bien para darte un paseo y si quieres sentarte en alguna de las terrazas para tomar algo, se está genial.
Al ser una zona turística, ya se sabe cómo son las cosas en cuanto a precios. Nosotros seguimos de largo y atravesamos la calle. Nos dirigimos después a Lincoln Road, que es otra calle peatonal con bastantes tiendas de ropa, zapatos y complementos.
Después de comprar la ropa, nos sentamos a tomar un buen granizado -11 de la mañana, 29 grados- y recibir un poco de aire de los ventiladores del local.
Lo más alucinante de South Beach son sin duda los edificios. Es que no solamente en la zona de Miami Beach hay edificios Art Decó. La zona está plagada de edificios (más o menos cuidados) de este estilo.
Little Havana
Una vez ya con ropa más fresquita, recogemos el coche y nos vamos a una de las zonas míticas de Miami: Little Havana.
Después de la media hora de coche entre llegar y dejarlo en algún sitio, nos vamos a recorrer la zona. Ya de paso, buscando algún sitio donde comer que iba siendo hora.
Nos dirigimos a la famosa Calle Ocho a ver su particular Walk of Fame donde vimos estrellas de famosos cubanos -y no tan cubanos-. Luego pusimos dirección al Dominó Park a ver a los jubilados cubanos -y gente en general- jugar al dominó… Y nos quedamos en el camino porque paramos a comer.
Entramos en uno de los restaurantes de comida cubana que había. Una de esas búsquedas en TripAdvisor de algún restaurante cerca que tenga unas valoraciones más o menos positivas, así que abrimos la puerta de El exquisito. ¡La Vaca frita estaba soberbia!
Una vez salimos del restaurante, vemos el cine que está justo al lado. Otro edificio Art Decó precioso. A nada del cine, llegamos al Dominó Park y… ¡boom! Chasco. No sabíamos la hora de cierre y llegamos tarde. 🙁
Había alguna persona sentada en los alrededores, pero en el parque en sí no podíamos entrar.
Así que seguimos caminando por la Calle Ocho y vamos viendo los locales de la zona. Hay tiendas de todo tipo, pero lo que más nos llamó la atención fue una tienda de habanos. Con decoración antigua y un olor inconfundible a puro. Cuba en estado puro.
¡Y no, no compré habanos! 😀
Al poco, nos encontramos con un McDonald’s muy peculiar con una decoración exterior «adaptada al medio». Lo mejor es mostrar una simple foto:
Seguimos nuestra ruta hacia la Avenida 13 para ver el Cuban Memorial Boulevard donde hay distintos monumentos dedicados a personajes cubanos -el poeta José Marcí, por ejemplo- y se respira mucha más tranquilidad que en la bulliciosa Calle 8.
Se nos empieza a hacer tarde y teníamos que recorrer toda la Calle 8 de vuelta hasta el coche, así que damos media vuelta y nos vamos.
De camino al coche, pasamos por La Plaza de la Cubanidad, un monumento dedicado a los cubanos que intentaban escapar del Régimen y fueron atacados por las fuerzas de este cuando salían en lancha. Un monumento sencillo y solemne.
¡Día de concierto!
Y llegó el día, ¡el concierto de Guns n’ Roses!
No sabéis la ilusión que me daba ver un concierto de la banda entera -casi-. A pesar de que los planes iniciales se nos torcieron un poco al faltar uno de los 3 por los que había surgido todo, no dejaba de hacerme una ilusión tremenda después de escuchar durante 25 años sus discos.
Quedamos con la gente que íbamos a ir a las 4 en casa de uno de ellos, así que teníamos la mañana para poder visitar algo.
Volvimos a la zona de Wynwood a visitar una tienda que tenía muchísimas ganas de ir y que un par de días antes no habíamos tenido tiempo: Walt Grace Vintage. Una tienda donde venden guitarras y coches. ¿Qué puede salir mal? 😀
Walt Grace Vintage Wynwood
A pesar de que la tienda es pequeña, nos pasamos dentro 2 horas perfectamente. No sé cuántas fotos saqué a los coches que tenían en exposición y a las guitarras y amplificadores que tenían repartidos por las tiendas.
Además, me encontré con la agradable sorpresa de ver unos cuadros pintados por un artistazo llamado Manu Campa en las paredes. Si no lo conocéis y os gustan los coches, buscadlo en Instagram. Las pinturas que hace son hiperrealistas. Alucinantes.
El sitio, poco después de haber estado, cambió su ubicación a un sitio más grande. 🙂
Se nos empezaba a echar el tiempo encima, así que fuimos a comer algo rápido y salimos pitando a casa de mi amigo. De ahí y ya en el coche de uno de ellos, nos dirigimos al Marlin’s Park. Llegamos a las 5.30 de la tarde y en cosa de media hora ya estábamos en nuestra zona.
Guns n’ Roses en concierto
Si, lo sé, en España tuvieron 2 fechas ese año -2017-, pero la «gracia» era verlo con mis amigos de la infancia con los que no paraba de escuchar una y otra vez las canciones de este grupo.
No voy a decir nada nuevo: Conciertazo, dando botes y cantando hasta quedarme medio afónico, abrazado a mis colegas de toda la vida -a falta de uno al que echamos mucho de menos- y alucinando con ver en directo a Axl, Slash, Duff, Dizzy Reed… Y a la banda que se buscaron para el reencuentro. Melissa Reese es una crack. Y Richard Fortus… Y Frank Ferrer…
Fotos del concierto no tengo porque creo que no es algo en lo que hay que andar con el móvil sacando fotos. Saqué una «mierdifoto» con el móvil del escenario antes de que empezara y grabé un par de canciones. Pero ya está. Era algo para vivirlo.
Al concierto duró unas 3 horas y media. Salimos del Marlin’s Park a eso de la 1 de la mañana. Cansadísimos por estar de pie tanto tiempo, pero con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Me lo pasé como un enano!
Recuperando el aliento. Visita a Coconut Grove.
Después del día tan intenso que fue el anterior, nos lo tomamos con bastante calma. Decidimos salir tarde del hotel sólo para ir a visitar Coconut Grove.
En realidad tampoco es que haya gran cosa que ver en la zona. Es un barrio tranquilo y ahora con cierto aura de elegancia tanto por las tiendas que hay como por los edificios.
Aparcamos directamente en el centro comercial mítico llamado Cocowalk. Salimos de allí y nos pusimos a pasear sin prisas. El día se estaba poniendo algo feo y tenía pinta de que iba a haber tormenta, pero aún así caminamos por la zona y descubrimos por casualidad The Barnacle: Un parque donde se encuentra la casa más antigua de la zona.
Como el día estaba como estaba, entramos de refilón al parque pero dimos media vuelta. Entre lo cansados que estábamos, el día que no prestaba mucho a caminar más y que teníamos ya algo de hambre, fuimos dando un rodeo de vuelta al Cocowalk.
Nos metimos por la calle Commodore Plaza y nos encontramos con un edificio muy curioso con una fachada con pinturas y orfebrería que no pude dejar de fotografiar.
Una vez plantados en Cocowalk, decidimos comer en el mismo centro comercial. Al buscar en Google qué había, nos hizo gracia ver la famosa Cheesecake Factory -gracias The Big Bang Theory– y fuimos en su busca. Con la sorpresa que el local había cerrado unos meses antes. 🙁
Buscando el plan B, entramos en el típico bar americano donde ponen deportes en las televisiones y sirven hamburguesas y que a pesar de ello, lo único salvable fueron los nachos. ¡Vaya hamburguesa!
Con esa decepción, fuimos a recoger el coche y nos fuimos de vuelta al hotel a descansar.
Conociendo un museo y un jardín botánico
A pesar de la noche reparadora, seguíamos con ganas de tomarnos las cosas con calma. Así que decidimos este día ir a visitar uno de los museos que nos llamó la atención y de paso ir a conocer uno de los sitios que nos recomendaron: The Wolfsonian y el Fairchild Tropical Botanic Garden.
The Wolfsonian
La primera sorpresa que nos llevamos es que nos quedaba a 10 minutos caminando del hotel. 😀
El museo The Wolfsonian – FIU forma parte como bien dice el nombre de la Universidad Internacional de Florida. Es un museo dedicado al mobiliario, decoración y propaganda sobre todo de mediados del siglo 20. Tienen una exposición muy curiosa de pósters con motivos políticos que es digna de ver.
El edificio es de diseño Art Decó -por supuesto- y está dividido en 3 plantas cada una de ellas con distintas exposiciones. La pena de este museo es que está prohibidísimo sacar cualquier tipo de fotos. A mi hasta me echaron la bronca por hacerle una foto… ¡A la escalera!
Yo recomendaría conocerlo. Lo mejor es entrar en la web del propio museo y ver si te vale la pena verlo: The Wolfsonian.
Después de pasar un par de horas en el museo y la tienda de regalos, fuimos a recoger el coche y a meternos nuestros kilómetros respectivos del día para ir al jardín botánico.
Fairchild Tropical Botanic Garden
Reconozco que no soy un fan de ver flores, pero nos recomendaron tanto ir a verlo que ¡no quedaba más remedio que hacerle caso a la gente! Y menos mal que fuimos.
El jardín es ENORME. Tienen incluso un lago donde viven cocodrilos… Y acercarte a él es a tu cuenta y riesgo -así lo indican los carteles por todo el recinto-.
Lo mejor es tomar uno de los tantos trencitos donde un guía te va contando sobre los distintos árboles y plantas que hay en el jardín, con un recorrido bastante completo.
Tienen una gran colección de plantas tropicales raras y fue fundado a finales de los años 30 del siglo pasado por un par de personajes: Un explorador y coleccionista de plantas llamado David Fairchild y un tal Robert H. Montgomery, contable, abogado y también, coleccionista de plantas. -Sí, la Wikipedia lo sabe todo-.
El recorrido que hicimos en el «carricocho» fue muy agradable. Una señora jubilada -que es voluntaria– muy agradable iba explicándonos sobre los distintos árboles y plantas del parque.
En inglés, claro.
Yo más o menos me iba enterando del tema -es que, que te hablen de plantas, en inglés, pues oye… a tanto no llego-, mi pareja directamente la ignoraba e iba haciendo fotos.
Después de 45 minutos de recorrido, nos fuimos a caminar por el parque buscando sitios donde no se podían entrar con el tren. Estuvimos sobre media hora dando vueltas por el parque hasta que el cielo se encapotó y empezó a caernos uno de los tantos diluvios universales que nos iban a acompañar durante el viaje.
Y vaya chaparrón. A pesar de echar a correr hasta la tienda, nos empapamos.
Cuando se calmó la lluvia, nos montamos en el coche y de vuelta al hotel recorrimos en coche la zona del Downtown Miami para ver de cerca los rascacielos. No nos bajamos porque nos dijeron que no valía la pena más que ir a dar una vuelta con el coche…Y eso hicimos.
Cuando llegamos al hotel era ya de noche, así que tras cambiarnos de ropa, fuimos a caminar por South Beach. Para el día siguiente teníamos reservada una visita muy especial y había que levantarse algo temprano porque iban a ser un par de horas -de ida- en coche. 🙂