Después de lo vivido en Miami y que escribí en los artículos anteriores -enlaces aquí, aquí y aquí-, toca ponerse en modo CSI: Miami y recorrer lo que creo que es la zona pantanosa más famosa del mundo: El parque nacional de los Everglades.
The Everglades
Ponemos el GPS a punto y cruzamos Miami de este a oeste para poner rumbo a la U.S. Route 41 hasta nuestro destino: Everglades Safari Park. En este sitio habíamos reservado una «vueltecita» en la típica barcaza con la hélice detrás.
Durante el camino, empezamos a ver letreros indicando que se tuviera cuidado si se bajaba del coche cerca de alguno de los riachuelos que bordean la carretera. La razón es lógica, hay caimanes por todos lados. 🙂
En poco menos más de una hora estábamos aparcando en el sitio y esperando el momento en el que empieza el «show». Después de llamarnos para montarnos en la barcaza, nos dan unas instrucciones básicas para navegar por los Everglades -no sacar el brazo de la barcaza, ponernos los tapones de los oídos porque la hélice hace muchísimo ruido, etc, etc.- y… que no nos sorprendamos ni frustremos si no vemos ningún «alligator».
La razón era que normalmente si hace mucho calor no salen a la superficie. Pero en agosto, como nos podemos imaginar, lo raro es que lo estén. Y es que a pesar de ser de mañana, la temperatura ya alcanzaba los 30 grados con facilidad.
La tónica de Florida en esta época del año, vamos.
Y llegó el momento. Encienden las hélices y empiezo a escuchar en mi mente la canción de The Who y me veo así:
El recorrido dura alrededor de 2 horas por las cuales se va navegando por los Everglades y parando en varios sitios donde se podrían avistar caimanes.
El momento es un disfrute en sí mismo. Es de esas sensaciones que se te quedan en la cabeza y que piensas que es de las experiencias que la gente debería de disfrutar aunque sea una vez en la vida. Pasear por el medio de esos pantanos montados en las barcazas de hélices viendo la fauna y flora local. Sinceramente me lo pasé como un enano.
Y eso que no vimos ni un mísero caimán.
De refilón vimos surgir de las aguas un par de cabezas y poco más. De hecho, el único que pudimos ver por casualidad fue ya a la vuelta y en el embarcadero. Había uno con medio cuerpo fuera del agua y ya.
Pero era sabido. Así que aunque desilusiona un poco, la experiencia valió la pena.
Al volver al embarcadero, tienen un pequeño «show» donde un par de cuidadores se meten en una jaula con 2 caimanes y van explicando cómo son, cómo viven y cómo los cuidan mientras acarician y dan de comer a los dos bichos.
Había gente que se ponía de los nervios, así que mucha pasaba de largo al pequeño museo existente en las instalaciones donde también dimos una vuelta.
En ese museo tenían caimanes bebés que decían que soltaban cuando ya eran algo más grandecitos.
Y para rematar la visita, en el bar-restaurante del sitio compramos un par de raciones de… por supuesto, ¡carne de caimán!
Viene hecha como el pollo frito y tiene la textura del bacalao. El sabor es una mezcla entre pescado y pollo. Rarísimo. No sabría decir si me gustó o no.
Satisfechas las necesidades, vistas las instalaciones y contentos de haber disfrutado de la experiencia a pesar de no haber visto muchos bichos «principales» de la zona, nos vamos a recoger el coche para volver a South Beach.
Ya podemos decir que conocimos los Everglades. 🙂
Llegando a Miami, vimos que aún teníamos algo de tiempo y decidimos conocer una zona de compras de Miami que está -estaba al menos- en pleno apogeo.
Miami Design District
Este distrito de Miami no es más que un gran centro comercial a cielo abierto.
En él te encuentras tiendas de diseño de todo tipo. Diseño de interiores, galerías de arte, restaurantes, joyerías… Todo para quien pueda permitírselo. Nosotros con un helado y un granizado nos conformamos. 😀
Como la zona es relativamente pequeña, nos dio tiempo de sobra para conocerlo después de visitar los Everglades. Lo más llamativo del sitio es una obra de arte que está en medio de una plaza.
Esta obra de arte que se llama Fly’s Eye Dome es una cúpula geodésica ubicada en medio de una fuente.
Mientras estábamos recorriendo la zona, empezó a llover y nos refugiamos a tomar algo. Ya estaba anocheciendo, así que cerrábamos ese día allí.
Vizcaya Museum and Gardens -o Villa Vizcaya-
El día que quedamos con mis amigos, nos recomendaron conocer un museo instalado en una mansión -o villa- construida a principios del siglo XX. Este museo ubicado cerca de Cayo Vizcaíno -o Key Biscayne- que se llama Vizcaya Museum and Gardens. También conocido como Villa Vizcaya o simplemente Vizcaya.
La villa fue construida para un señor llamado James Deering que era el vicepresidente de la compañía International Harvester, dedicada a la fabricación de tractores y maquinaria agrícola de la época.
Este señor quiso construir una mansión inspirada en mansiones europeas -donde viajaba de manera muy habitual- por lo que encargó un diseño entre neobarroco y neorrenacentista con toques mediterráneos. Además, encargó que los jardines tuvieran ese mismo toque europeo -además de ser enormes-.
Hay esculturas por todas partes y se pueden visitar prácticamente todas las habitaciones de la mansión, además de conocer los jardines. Estas habitaciones mantienen en gran medida todos los muebles que el dueño traía de Europa y donde se pueden ver los distintos tipos de decoración de la época.
La mansión, por supuesto, tenía su propio embarcadero que era un sitio muy fotogénico -y donde la gente no paraba de hacerse selfies-. Tiene un dique que ejerce de rompeolas con forma de barca romana. Si, tal cual.
Toda la villa en sí era una minicuidad. Tenía campos de cultivo, lechería, taller mecánico, etc. Dicen que de hecho, James Deering quería que la villa fuera autosuficiente.
El sitio es muy bonito y eso a pesar de que los jardines tenían en algunas zonas un aspecto ocre -al estar en verano-, pero que valían la pena recorrer de igual manera.
Recorrimos la mansión de pe a pa. Y después salimos a los jardines y acabamos en la zona del embarcadero donde se tiene una vista grandiosa de la parte interna de Key Biscayne.
Después de un refrigerio en el restaurante de la Villa, nos dirigimos al coche para conocer lo que es Key Biscayne. Cruzar el puente y ver qué hay en esa isla. 🙂
Key Biscayne -o Cayo Vizcaíno-
Está unida a tierra continental mediante una carretera que va saltando por varias islas hasta llegar «a la principal». A la carretera -que es de pago por cierto- se le llama Rickenbacker Causeway -o Calzada Rickenbacker-.
Al cruzar el último puente lo que te encuentras es un puerto deportivo -con su respectiva urbanización, claro- y parte de un parque natural. Al ir avanzando, fuimos encontrando más urbanizaciones -y centros comerciales típicos americanos de una sola planta distribuidos en locales-, además de un gran campo del golf y varios parques pequeños.
Siguiendo la misma carretera, llegamos a la entrada del parque natural que ocupa un tercio de superficie de Cayo Vizcaíno y que es la «punta sur»: Bill Baggs Cape Florida State Park.
Aparcamos y nos fuimos a disfrutar de la playa.
Caminando por ella, vimos unas especies de casas sobre pilotes mar adentro. Nos llamaron mucho la atención y tras hacer una búsqueda en Google descubrimos que se les llamaba Stiltsville.
Buscamos más información sobre ellas y nos enteramos que estás casas flotantes se construyeron en la década de los 20-30 durante la Ley Seca. En ellas se dedicaban al juego y a la venta de bebidas alcohólicas. Burlándose de la Ley Seca, vamos.
Al parecer eran muchas más de las que quedan -que están semiabandonadas-, pero que se puede hacer visita previo aviso y con guía. De haberlo sabido, lo hubiéramos hecho -avisados quedáis del sitio, si vais a Miami-. 🙂
La caminata por la playa además nos llevó a ver un faro de la isla: Caro Cape Florida Lighthouse.
Cuando empezaba a anochecer, recogimos las cosas y nos fuimos a comer algo. Un día más en Florida… Y uno menos para irnos de Miami a recorrer el sur del estado.
Último día en Miami
Los 10 días que teníamos reservados para Miami se nos hicieron cortísimos. Eso sí, aún quedaba aventura por delante y muchas zonas por conocer. 🙂
Para el último día decidimos dejar un museo que quería ver -de coches, claro- y darnos un chapuzón en unas piscinas… a las que no pudimos entrar porque estaban llenas.
El museo fue una muy agradable sorpresa, tanto por cantidad como por calidad. Aunque había zonas que estaban demasiado llenas. Aún así, no pasé más tiempo dentro porque no podía. 😀
Dezer Collection -Miami Car Museum–
Nada más llegar al museo, nos recibe un simpático modelo. ¿A quién no le cae bien?
La entrada del sitio ya promete. Un bar con una decoración años 60 y un montón de «motivos automovilísticos» -cuadros, matrículas, fotos, miniaturas… ¡de todo!- hacen que empiece a notar cosquilleo.
«Creo que me lo voy a pasar bien aquí dentro», fue lo que pensé.
Pagamos la entrada y nos explican que el museo está dividido en varias zonas así que dirigimos nuestros pasos hacia la primera.
En esta zona, estaban expuestos coches especiales, algunos modelos míticos o modelos particulares. Desde un Shelby Cobra hasta modelos «extraños» como un Kaiser Manhattan -que era la primera vez que lo veía. Tampoco conocía la marca-.
Tras pasar perfectamente una hora admirando los modelos que tenían en esta sala, pasamos a una un poco más oscura y mucho más abarrotada.
En ella se exhibían modelos de coches de películas. Además, ¡todo recreado según la película donde se usó! Desde el Batmóvil del «Batman con barriguita», hasta el Ferrari de Magnum o Herbie, el Escarabajo número 53 por poner algún ejemplo.
Speed Racer, El Equipo A o Los Cazafantasmas tampoco faltan a la cita. Y es que al final, son ¡250 coches de películas! lo que tienen ahí dentro. 😀
Por último, pasamos a una zona que, si la anterior nos pareció abarrotada de coches y cosas relacionadas, esta última simple y llanamente se define por la palabra «overbooking». Sin sitio, literalmente, para exponer todos los coches y motos que tienen dentro.
Aunque no por ello deja ser digno de ver. Modelos y cosas de todo tipo, año y marca. Tanto de coches, motos y hasta alguna bicicleta, rodeado de radios, rockolas, matrículas, luces de neón, anuncios… Un paraíso para cualquier aficionado a este mundo como lo soy yo.
Casi 4 horas dando vueltas por dentro, así que era hora de dejar el museo. ¡Principalmente porque nos llegó la hora de cierre! Me voy con el regustillo amargo de no poder aprovechar más el sitio, pero muy contento por ver lo que vi y sacar un montón de fotos.
Y ahora, escribiendo este artículo y revisando la información, leo que Dezer Collection se traslada a… ¡Orlando!
Por lo que si vas a Disney, Universal u otro parque, ya puedes buscar cuando abre este museo. 🙂
Cerramos el día disfrutando de la playa y pensando en que nos toca carretera al día siguiente… ¡Nos vamos de paseo a Los Cayos!