La península de Snæfellsnes se lleva la fama después del Círculo Dorado en Islandia de la que te hablé en el artículo anterior.
Por cierto, el primer artículo del relato es este.
Y lo hace con todas las reglas. Es tal y como dicen en otros sitios: Una representación de lo que podrás encontrarte en toda Islandia, sólo que en ese trozo de tierra.
De Borgarnes a Búdakirkja
Después de parar en el Netto de esta pequeña ciudad, ponemos rumbo a la primera parada en la península: La famosa iglesia negra o Búdakirkja.
El camino nos llevaría un poco más de una hora… Pero eso pasa si no paras en ningún momento, y eso es imposible de hacer.
A medida que vas por la carretera, vas abriendo cada vez más los ojos viendo la naturaleza que te rodea: Planicies enormes, montañas increíblemente altas -al menos para mi que no me esperaba una Islandia tan montañosa– con cascadas en casi todas ellas, muchas granjas, muchas ovejas, muchos caballos… Y muchos cambios de tiempo.
Paramos unas 3 o 4 veces a sacar fotos al paisaje. Es que es imposible no hacerlo.
Para llegar a Búdakirkja la carretera atraviesa un campo de lava. De hecho, la iglesia está situada en uno.
Esta iglesia tiene una historia curiosa y es que la «primera versión» de esta iglesia es del año 1703. Luego fue demolida y reconstruida. Con el paso del tiempo, se abandonó en el siglo 19 y se demolió de nuevo.
Pero una vecina de la zona, luchó para que fuera construida de nuevo. Y la iglesia islandesa lo rechazó. Ella siguió luchando y consiguió un permiso del gobierno para volverla a construir. Y así se hizo.
Y tras construirla, en los anillos de las puertas de la iglesia de Búdakirkja, reza una inscripción donde se recuerda que la iglesia «fue reconstruida sin el apoyo de los padres espirituales».
La iglesia está cerrada y por lo que se ven en las ventanas, es bastante sencilla. El retablo es del siglo 18 y la campana tiene un siglo más.
Tras sacar fotos, recorrimos un poco los alrededores.
Hay una playa cerca -a la que no fuimos porque empezaba a nublarse y lloviznar- y puedes recorrer la zona del campo de lava sin demasiados problemas.
Tras la visita a esta iglesia tan curiosa, nos montamos en el coche y ponemos rumbo a la siguiente parada.
Arnstapi y sus acantilados
El recorrido hasta este pequeño pueblo es relativamente rápido, alrededor de unos 20 minutos desde Búdakirkja.
Al llegar, nos encontramos con un parking lleno de coches y algún otro autobús. Aún así, encontramos aparcamiento rápido.
En ese momento el cielo estaba despejado -sólo sobre Arnstapi-, así que aprovechamos el momento para acercarnos a los acantilados.
Hay pequeñas rutas de senderismo en los alrededores para ver los acantilados desde diferentes miradores aunque nosotros por lo que habíamos leído, en realidad da un poco igual así que nos dirigimos al más próximo.
Pasamos por delante de un monumento llamado Bárðar Saga Snæfellsáss Statue, en honor a una saga literaria muy famosa en Islandia y se centra en esta zona de la isla.
Llegamos al mirador de los acantilados y observamos asombrados el juego que hace la piedra basáltica en él. A mi personalmente me recuerda vagamente a los flysch que vi en el País Vasco hace unos años.
Mientras estamos sacando fotos, empieza a nublarse y chispear. Ya empezábamos a estar acostumbrados a estos cambios de tiempo por lo que sabíamos que a continuación podía caer un chaparrón, así que damos media vuelta y vamos a una cafetería -6,50 euros por un café y un té- para acto seguido coger el coche.
Craso error. Por las prisas nos perdimos uno de los accidentes naturales más curiosos de la zona: Gatklettur.
Faro de Malariff
Este faro no es el típico faro islandés. Y sus formas llaman la atención.
Nosotros tuvimos un gran problema: Caía agua a cántaros y habría perfectamente 200 metros de caminata para poder verlo. Así que nos tuvimos que conformar con verlo de lejos y tomarle alguna foto desde el parking.
«Hay que dejar cosas para la próxima» 🙂
La playa del naufragio, Djúpalónssandur
Al parar en esta playa seguía lloviendo a cántaros. Decidimos esperar dentro del coche porque teníamos muchas ganas de verla.
Arena negra, formaciones rocosas en medio del agua, mar gris azulado embravecido… y restos de un naufragio.
Tras esperar literalmente 5 minutos de reloj, el cielo abrió. Así que nos ponemos la chaqueta impermeable y salimos del coche.
De camino a Djúpalónssandur por la que hay que bajar por una pendiente que bordea un pequeño lago, hay un letrero que cuenta la historia del barco que encalló aquí. Se llamaba Grimsby y varó por culpa de una tormenta en 1948.
Con el paso de los años y los embistes de las olas, el barco fue despedazándose regando la playa de sus restos.
Pasamos un buen rato paseando por la playa. La fuerza del mar pegando en la costa -hay letreros de peligro avisando que las olas son traicioneras y que se tenga cuidado incluso paseando por el borde del agua-, el sonido de las piedras negras movidas por el agua, las rocas que emergen del mar y los restos del barco dan al sitio un aire que es una mezcla entre lúgubre y misterioso.
Me encantó.
El cielo empezó a oscurecer, así que es momento de volver a refugiarnos dentro del coche. Subimos la cuesta, usamos los baños públicos ubicados en el parking y nos montamos en la Dacia. Queda mucho que ver aún.
Otro faro y otra playa: Svörtuloft y Skarðsvík
Estos sitios están situados en el extremo oeste de la península y hacia allí nos dirigimos.
Tras un paseo de media hora desde Djúpalónssandur y tras cruzar unos 15 minutos por un camino de grava y piedras por momentos algo complicado -donde empiezo a darme cuenta del porqué la Dacia Duster está como está-, llegamos al faro de Svörtuloft.
Este faro está ubicado sobre un acantilado de unos 4 kilómetros de largo desde donde se tiene una vista al mar ártico impresionante. El acantilado llama la atención por sus formas y el faro en sí, pintado en un color naranja «cantoso» es muy fotogénico -ayuda mucho el entorno-.
El sitio es muy bueno además, para aficionados a los pájaros -cosa que no soy, pero que merece la pena destacar-. En el faro hay un letrero comentando todos los tipos de aves que se pueden ver en los alrededores.
Justo cuando llegamos el cielo estaba en las típicas transiciones de nubes y claros, así que tras hacernos esperar un poco, pudimos terminar por sacar una foto del faro con la luz del sol.
Buscando en el Google Maps el siguiente destino, nos damos cuenta que por el mismo camino que vinimos estaba la playa. No nos fijamos lo más mínimo. Yo concentrado en cómo esquivar los huecos y ella mirando el maps. 😀
Damos media vuelta entonces y tras unos 7 minutos, llegamos a la playa de Skarðsvík.
La playa en sí no tiene mucha historia. No es demasiado grande y lo más destacable es que hacía unos años habían encontrado restos de un entierro que al parecer era vikingo.
Lo que llama la atención es que es una playa completamente inusual en Islandia por el color de la arena. Es amarilla -con matices negros propios de la isla, eso sí-.
Damos un pequeño paseo por ella, sacamos alguna foto -que obvio aquí, pero podéis buscarlo por Google-, nos cruzamos con otros españoles y nos montamos en el coche. ¡A la siguiente parada!
Cráter de Saxhólar
Si lo estás metiendo en el maps, te darás cuenta que este trozo lo hicimos al revés. Ya habíamos pasado por delante del cráter y no fuimos. Culpa mía. No lo ordené en la lista como debería.
Esta visita fue una de las que me sorprendió. No esperaba tener las vistas tan espectaculares que tuvimos desde la cima de este cráter.
Saxhólar es el cráter responsable del campo de lava de los alrededores -algo que puede parecer obvio, pero es que hay varios cráteres alrededor- y para subir a la cima hay una ristra de escaleras que aunque muy bajitas, ¡son un montón!
Al pié del Saxhólar hay un parking donde se puede dejar el coche sin problemas -en general, en Islandia hay sitios donde dejar el coche-.
Subimos el montón de escaleras y al llegar a la cima, ¡sorpresa!
La vista es de 360 grados y teníamos el tiempo perfecto en ese momento: Nubes y claro y a lo lejos veíamos alguna cortina de agua.
A nuestra espalda teníamos la cadena montañosa donde está el glaciar Snæfellsjökull -si no habéis leído Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, es hora 🙂 -, a nuestra izquierda se veía perfectamente el campo de lava, de frente un buen tramo de planicie hasta el mar y a la izquierda, la linea de costa que va curvándose hasta perderse detrás de la linea montañosa.
Pasamos en la cima más de 20 minutos sacando fotos y observando las vistas. Ya en ese momento me declaré fan absoluto de Islandia. ¡Y era el segundo día!
Bajamos la escalinata -que hasta esta era fotogénica- y nos vamos al coche.
Hellissandur y su iglesia: Ingjaldshólskirkja.
Siguiendo la ruta de la península de Snæfellsnes, la siguiente parada era un pequeño pueblo pesquero llamado Hellissandur.
A medida que nos acercábamos, nos llamó la atención una torre gigantesca que se veía desde muchos kilómetros atrás. Haciendo una pequeña búsqueda en Google nos enteramos que es una antena de ¡412 metros! de altura. La estructura más alta de Europa Occidental, parece ser.
Al llegar a Hellissandur, damos una vuelta en coche. Llovía un poco y en realidad el pueblo tiene poco que ver. Un mural, un museo -que estaba cerrado- y nada más… Así que paramos a echar gasóil -el tanque estaba por la mitad y prefería no arriesgar- y seguir.
Offtopic. Aquí fue la primera vez que nos percatamos de verdad de lo caro que es el combustible. Casi 60 euros por medio tanque. Qué burrada.
En este pueblo hay una iglesia muy fotogénica que queríamos visitar y hacía allí dirigimos nuestras ruedas. El camino que se sale de la vía principal nos lleva directamente a ella, que está en un alto.
Y la verdad, es que no hace falta ir hasta ella para ver «la foto». Juzgad vosotros mismos:
Ólafsvik
Tras subir hasta Ingjaldshólskirkja y comprobar que estaba cerrada, ponemos dirección a otro pueblo pesquero que se cruza por la ruta de la península: Ólafsvik.
En realidad, al igual que Hellissandur, el pueblo no tiene mucho que ver. Una zona industrial al lado del mar, una iglesia de estilo moderno -que es algo relativamente frecuente en los pueblos de Islandia- y una cascada muy chula en la parte de arriba: Bæjarfoss.
De todas maneras, hay que decir que vais a cansaros de ver cascadas parecidas a lo largo y ancho de Islandia. Se ven cascadas cayendo por las montañas mires donde mires.
Empieza a bajar el sol y aún nos quedaba una última parada por hacer, así que volvemos a enganchar la carretera 574 y nos dirigimos al último punto del día.
Kirkjufell
El paisaje de todo el camino no deja de impresionar, aunque esta zona en particular -entre Ólafsvik y Kirkjufell– me pareció espectacular.
Cuando llegamos a la cascada de Kirkjufellfoss, el sol prácticamente ya se había ido. Había viento y llovía, así que aprovechamos para «cenar» lo que habíamos comprado en el Netto y el lomo que habíamos traído de España.
Además, el sitio estaba lleno de japoneses que llegaron en un autobús justo cuando paramos nosotros, así que también le dimos tiempo a que el sitio se «despejara un poco».
Después de llenar el estómago, bajamos del coche y vamos hacia la cascada. El camino es cómodo -aunque hay una subida empinada que puede llegar a resbalar sin zapatos decentes- y empezamos la ronda de fotos.
El sitio es muy bonito, pero tenemos 2 problemas: el primero es que casi estábamos sin luz suficiente para una buena foto y el segundo es que es el primer día -aunque prácticamente el único- en el que realmente sentí frío.
En la parte de arriba de la cascada hay un puente por el que puedes cruzar al otro lado, cosa que no hicimos y que, como nos pasó en Arnstapi, fue un error. «La foto» del sitio es precisamente de ese lado, con la cascada en primer plano y la montaña de Kirkjufell de fondo.
Otra cosa más que dejamos para la siguiente. 🙂
Buscamos la dirección de nuestro hotel del día – Snæfellsnes Farmhouse, literalmente una granja con una casa aparte para alquilar por habitaciones-. Y acabamos el día.
Un consejo si pasas pocos días en Islandia
Si tienes poco tiempo para visitar Islandia, Snæfellsnes tiene que estar en tu lista sí o sí. Creo que pocos sitios en el mundo tienen tanto que ver en tan poco tiempo.
Y eso que aún nos faltaron cosas por ver. Hay cuevas, caminatas por el hielo, alguna cascada más que visitar…